sábado, 26 de marzo de 2022

De pulsos, tanteos y tentaciones.


 

Lo difícil es ser coherente, sincronizar pensamiento, palabra, obra y omisión. Evitar todo comportamiento, actitud y modo de pensar rutinarios y maquinales, que nos perjudican y nos retrasan en el cumplimiento de nuestros propósitos expresados conscientemente en momentos de lucidez y buena voluntad. Sostener ese deseo primordial requiere un pulso continuo durante todo el tiempo de vigilia y, a ser posible, mantenerlo activo también durante el sueño. Hay muchos hábitos enraizados en nosotros de los que apenas somos conscientes y que son muy obvios para nuestros convivientes, quienes los toleran mejor o peor, en pro o no de una más pacífica convivencia, y que nos duele que nos señalen, pero que, en el fondo, sabemos que están ahí y que nos sabotean y que somos sus únicos sustentadores. Es nuestra responsabilidad hacernos cargo.

A veces, el mejor modo de dinamitar esta situación es hacer conscientemente aquello a lo que estamos tan acostumbrados que no caemos en la cuenta, y de lo que quisiéramos estar desvinculados pero que se nos imputa de un modo más o menos tácito por parte de terceros o de nuestra acallada conciencia. La reincidencia consciente, pero desprovista de culpa, es el mejor revulsivo contra el automatismo y el enganche, debido a la evidencia y saturación que produce. Es aquello que suele decirse de que el mejor modo de evitar la tentación es caer de lleno en ella. Darse cuenta. El juicio, la culpa, el rechazo, nos anclan en comportamientos indeseados y nos hunden en el autodesprecio sin posibilidad de redención.

sábado, 19 de marzo de 2022

Un deseo muy legítimo

 





Vivimos en medio de la confusión mundial y, como parte del mundo, somos parte de esta confusión. ¿Cómo ver claro en medio de un mundo tan confuso, tan turbio y enredado, en el que el conflicto parece inevitable? No hallaremos claridad en los noticieros ni en las agencias de información de uno u otro cuño difundidas por las potencias de uno u otro bando. Todo eso es propaganda y proselitismo referidos a intereses que no nos benefician, nos distraen y mantienen el statu quo. Tampoco hallaremos claridad en los malditos bulos denunciados por quienes forman parte del mismo sistema de intereses, ni en las redes ni en los blogs ni en youtube ni en tiktok ni en nada externo a nosotros mismos. La única esperanza de encontrar un mínimo de claridad la siento en mi interior, hundida como semilla en la oscura profundidad del ser, allí donde brota la fuente de la conciencia. ¿Cómo acceder a semejante abstracción y posible entelequia? Dándonos cuenta de que no hay salida a tanto embrollo en medio de tanto ruido y confusión, de que el conflicto no trae la paz, de que la victoria de uno u otro bando no es la solución sino la continuidad del conflicto y del descontento de los vencidos y de la ceguera de los vencedores. Aquí el deseo o la creencia de tener razón resultan impropios. Lo único  que me parece apropiado es buscar la fuente del conflicto en mi propia actitud de enfrentamiento a quienes no piensan como yo, observar con desapego el tren de mis pensamientos hasta su detención o tránsito continuo separado de mi esencia, hasta la desactivación de mis mecanismos de defensa y el reconocimiento de mis ideas prestadas, de mi condicionamiento social y cultural. Sólo así me veré libre de manipulación y las milicias mundanas contarán con un soldado menos. El pensamiento emancipado evita la obediencia, la coacción y el consentimiento. Sin un ejército conforme los líderes mundiales y detentadores de interés quedan desarmados e incapacitados. La solución, de ser tan simple resulta ingenua, estamos condicionados para creerlo así, pero es el único modo de acabar con esta historia de catastróficas desdichas, y, de hecho, la real ingenuidad que nos mantiene atados a la repetición de la historia es creer que nuestra adhesión a uno u otro bando que creemos de justicia, cuando menos nos reportará la satisfacción de actuar en conciencia, o que puesto que las cosas son como son y no tienen remedio, la resignación o la adaptación son las mejores vías de supervivencia. No se trata de eso. Se trata de dar lugar a la utopía, y eso está en nuestra mente creadora. Creer es crear. ¿Queremos vivir en paz con nuestros vecinos? No podemos decidir por ellos cómo vivir o como pensar pero podemos hacerlo por nosotros mismos. ¿En imposición o en libre albedrío? ¿En espacio personal o en avasallamiento? ¿En intromisión o en tolerancia? ¿En paz o en discordia? Busquemos la paz en nosotros mismos, porque es aquí donde yace. Dejemos que aflore. No debemos aspirar a nada menos que a la manifestación del paraíso en la tierra. Es la mejor forma de sacar lo mejor de nosotros.

No revolvamos más las aguas, dejemos que la turbiedad se asiente. Sólo desde la claridad podemos decidir y actuar con libertad. En la confusión sólo reaccionamos desde el miedo y la coacción o desde la codicia.



Son las cosas que pienso mientras laboro, palabras que me digo y que comparto con la esperanza de que hagan carambola con otras mentes sincrónicas en una sinapsis universal, palabras que sumen a una cuenta ya en marcha desde mucho tiempo atrás, y que son expresión de un anhelo muy profundo. Que así sea.

 

sábado, 7 de noviembre de 2020


 

La sociedad parece estar escindiéndose en enmascarados y desenmascarados graduales, como una representación simultánea de las fases lunares en los rostros de la humanidad en curso. Hay quienes se anclan en el extremo descubierto o en el encubierto y no ceden terreno al envelamiento o desvelamiento del rostro. Otros, los más, representan el ciclo completo del eclipse facial en el lapso del día, dependiendo de la situación y criterio en los que se vayan encontrando.

Los embozados piensan que los desembozados son unos insolidarios irresponsables, cuando no unos tarados peligrosos a los que más valdría tener encerrados. Los desenmascarados creen que los enmascarados son unos sumisos sin criterio propio que amenazan la prevalencia del supuesto de libre albedrío en la sociedad.

Prescindiendo del origen incierto del virus que excusa el estado de alarma social que vivimos y de la dudosa intencionalidad de su propagación, temas que exceden mi capacidad de discernimiento actual, y cuya investigación seria y exhaustiva me resulta tarea ciclópea para la que no me siento calificado, lo cierto es que la incidencia y peligrosidad del virus en cuestión no parecen justificar las medidas desmedidas que se están tomando, que van desde el absurdo en lo restrictivo hasta lo catastrófico en lo económico.

Más preocupante que el virus de esta gripe de nuevo cuño me parece el virus del miedo, cuya propagación sí que se está realizando de forma masiva e intencionada por todos los medios de comunicación que sirven de voceros de un poder instituido o permitido por las grandes corporaciones financieras a las que servimos de ganado como sujetos experimentales, mediante una sobredimensión de la alarma y una inflación de datos. No incubemos el virus de la discordia y vacunémonos con el virus del amor y del respeto, por nuestros mayores y por nuestros semejantes. Proyectemos este amor como escudo frente a la manipulación mediática. Seamos responsables. No dejemos los asuntos de salud y seguridad pública en manos ajenas. Pensemos por nosotros mismos. Seamos racionales y compasivos.

 


 

 

miércoles, 14 de febrero de 2018

Con charada





Celdas de tu piel pienso.
Mato a los orgullos
tiranos de las orugas. 
Te amo, mi amor, te amo.
Bajo las escaleras rodando
y soy capaz del egocidio.
Me estrello contra la ventana
enfrente de mi cama:
la luz de esta farola
sobre la tapia, se apaga
al pasar una libélula.
Cruza el aire la libélula
zumbando sobre la tapia,
tapadera hermosa.
En calzoncillos me pillas
esta noche que madrugas.
Tu olor a pan caliente
te delata desde el jardín,
y cuando cruzas como un hallazgo
el portal de mármol,
rozas las macetas
con las plantas más caras,
columnas de las que sospechas
y ascensores sonámbulos,
¿intervenidos por quién?,
en la médula de la casa que sostienes.
Me llegas, me llegas
como un suspiro-halago.
Tus labios me alumbran
el camino y me deslumbras
cuando llegan.
Te llevo a la cocina y adelgazas
para mí, solamente,
para comerme, para abolirme
como a un pedazo de vaca
guardado en la nevera
desde el atardecer, desde el rosicler.
Teje tu sueño junto al mío,
ganchillo de una sola mañana
clara como huevo blanco,
licor amargo suave.


#poemasdeamor

domingo, 18 de octubre de 2015

Cita Crítica

"Todo hombre que de corazón anhele la verdad, no ha de temer, sino desear la crítica serena y justa, pero es esencial que el crítico sepa de qué habla"

- William Huxley -

lunes, 6 de julio de 2015

Los tres monos sabios



Leyéndome podría pensarse que estoy encantado de conocerme. Evidentemente, no es eso a lo que aludía con el título de mi anterior entrada, sino a la capacidad que tiene la palabra de generar imágenes tan vívidas que pueden moldear realidades o conformarlas, hasta el punto de que si uno se colma de determinados predicados, esas frases conjuradas determinan la visión del mundo y de sí mismo y, consecuentemente, la manera como nos relacionamos. Por ello parece deseable que esos enunciados que pueblan nuestra mente sean de naturaleza positiva. Podría entonces aducirse  que con la cabeza llena no cabe ver las cosas como son, sino que entonces las vemos como somos, según pensamos y sentimos. No acaba de entenderse bien por qué tendríamos que renunciar a esta manera de ver tan personal, con la que nos identificamos y sin la cual parece que perdemos identidad, dejamos de ser nosotros mismos. ¿Por qué habríamos de proceder de otro modo? No se trata tanto de dejar de ser uno mismo como de ver cómo uno es en el mundo. Tener la mirada global que nos incluye nos permite ver la totalidad de lo que hay con imparcialidad. Al mirar hacia fuera vemos las cosas a través de nuestros filtros, que actúan como prejuicios, sin ser conscientes de ellos o sin tomarlos en cuenta. Así parece poco menos que milagroso ponerse de acuerdo con nadie. La vida en solitario no se sobrelleva sin altas dosis de amargura. Estar solo es estar aislado frente al resto del mundo. Esto, que puede sonar muy heroico, es en realidad un contrasentido fenomenal, un absurdo. No hay ninguna necesidad de recortarnos de tal modo contra el fondo. Existe un mar de imbricaciones en el que estamos inmersos. Para no ahogarnos en ese mar sólo necesitamos seguirnos de cerca, conocernos a fondo, reconocer nuestros tics, nuestros automatismos, la corriente de pensamiento que tiñe nuestra forma de interactuar con el mundo, ¿hasta qué punto resulta provechosa para nosotros y para el mundo? ¿Es preciso plegarse a estos dictados o es posible y preferible actuar de un modo alternativo? Aquí es donde puedo afirmar que estoy encantado de tener la posibilidad de conocerme día a día, momento a momento, segundo a segundo. La vigilancia, en este sentido, es la participación de la vida; las distracciones son patinazos que nos hacen perder contacto con la realidad, dar trompos y volteretas que nos sacan del área. En esos momentos estamos solos y es como si estuviéramos muertos. ¿Podemos estar conscientes de estas distracciones, de forma que las integremos en el proceso de atención total? ¿Podemos atender a nuestros sueños, nuestros ideales, nuestras ilusiones, nuestros prejuicios, nuestras proyecciones, de modo que no nos confundan ni nos alteren, ser conscientes de su influencia para modularla, adaptándola a la necesidad del momento de la manera más inclusiva? Si no podemos es que estamos echados a perder o ya perdidos, debemos reencontrarnos. Este proceso de atención vigilante es lo que entiendo por meditación, aunque habrá quien entienda que eso es estar empanado y que no hay necesidad de complicarse tanto la vida. La vida se complica cuando somos ciegos a nuestra interpretación, cuando la obviamos por connatural, entonces es cuando andamos tropezando con nuestras limitaciones y puede decirse que vamos pisándonos los cordones sueltos. El acto meditativo es tan sencillo y tan fecundo que da miedo. Es el facilitador de la acción correcta. Al mismo tiempo es tan contranatural que da pereza. Uno se consiente y se da licencias para pendejear y ser un pinche mamón con tal facilidad que no hacerlo le hace sentir a uno retorcido y complicado. Si alguien me entra preguntando con sarcasmo si tengo un altar u hornacina en mi casa, donde hacer ofrendas florales a los tres monos sabios, o si me basta con el espacio de mi estructurada mente para hacerlo, la reacción más natural será mandarlo a moler cacao, tostar cacahuetes y/o freír plátanos pero, bien pensado, nadie suele venir a obsequiarte con tan sustanciosas sentencias de forma gratuita, así que quizá venga en pago de alguna producción previa a mi cargo que, por las razones que sean, le han soliviantado. Reconociendo mi ignorancia, me disculparé por la posible ofensa que le haya provocado y me interesaré, en consecuencia, por sus razones, por si en ellas se contuviera alguna enseñanza que pudiera aprovecharme. El siguiente paso será informarme sobre el simbolismo de los tres monos sabios. Ahora empiezo a entrever el sentido de ‘mente estructurada’: resultado de un aprendizaje que conduce a actuar de determinada manera ante determinados estímulos. A mi modo de ver, actuar en base al reconocimiento del misterio y la propia ignorancia es una forma muy abierta de adaptarse a la experiencia, pero podría estar engañado. Ver, oír y observar el consecuente correctivo sin juzgar parece ser el significado óptimo del símbolo en cuestión, aunque también se interpreta como no escuchar el mal, no observarlo y no reproducirlo. Como no estoy en la piel del otro no sé qué puede pasarle por la cabeza cuando me ve o me escucha o dice algo sobre mí, ni en qué condiciones lo hace. En principio tiendo a sentirme ofendido por el tono de la interpelación, una pregunta retórica que parece burlarse de mi forma de proceder, sea como sea que la entienda el otro. Interpreto el símbolo como una alusión a mi empeño por permanecer en mi limitada comprensión del mundo y me siento herido, incomprendido e injustamente juzgado, pero puedo darle la vuelta e interpretarlo como una invitación a disolverme en la panorámica que se me presenta, atender a la voz de la representación y no precipitarme en mi dictamen sino ver qué pasa y si lo que pasa es conforme a su precedente o si requiere de una acción correctora. Visto así, cambio la presunta ofensa por una valiosa enseñanza y todos salimos ganando.


Ups, no era esto a lo que me refería. ¿Dónde tengo la cabeza?









Estos son los originales que figuran en el templo Toshogu, al norte de Japón.

jueves, 2 de julio de 2015

Encantado

Nunca he sido un buen estudiante. En mis notas de final de curso quedaban pendientes cerca de la mitad de las asignaturas y las que aprobaba apenas superaban el suficiente. “Se evade”, era la observación preferida por mis tutores y profesores para definir mi actitud, no porque me consideraran como reputado escapista que burlando la atención docente me fugara del aula o incluso traspasara el recinto colegial, sino porque aseguraban encontrarme distraído con harta frecuencia, y no les faltaba razón. Reconozco en mí esa fuerte inclinación al fantaseo, cuando no a dejar en suspenso el ejercicio de mis sentidos, una tara que he desatendido y que se ha perpetuado. Dado el diagnóstico, paso a decir ahora con la conciencia tranquila que, según creo recordar, la moderna lingüística, y derivaciones como la semiótica y la semiología, hacen distinción entre signo, señal y símbolo, aunque signo y señal vendrían a ser prácticamente equiparables, siendo ‘señal’ el derivado castellano del latín ‘signum’, y ‘signo’ un neologismo adoptado con posterioridad en ámbitos académicos para referirse a aquello que señala otra cosa en sustitución de esa misma cosa: las letras señalan sonidos y las palabras señalan significantes que pueden ser objetos o conceptos o relaciones gramaticales. El símbolo es más complejo. El símbolo más que señalar representa, encarna o sintetiza un conocimiento o relato en una imagen. En la tradición cabalística sí que se consideran las letras como símbolos y las palabras combinaciones de los símbolos que contienen, reflejando de manera gráfica la composicionalidad tanto del universo como del pensamiento, es decir, la continua referencialidad y deriva de unos objetos y conceptos sobre otros de modo contingente y laberíntico, por el que toda ciencia se presenta como una relación inagotable de temas, tan interesante como arbitraria y, también por ello, no tan execrablemente rechazable. A mi modo de ver, un serio inconveniente que comparten los estudios especializados es su tendencia a la obsesión por el detalle en perjuicio de la calidad de perspectiva y, frente a la continua proliferación de detalles, también a la dispersión, a la pérdida en el olvido dentro del juego de la creación. Prefiero contemplar el juego con la pertinente consideración del peligro que conlleva, cuidando de en qué jardines me meto, aspirando el aroma del ambiente, vigilando que no se me convierta en pantano de aguas pestilentes. Quiero vivir mi vida con sencillez y dedicación, dedicándome a ser lo que soy, un ser humano que cuida, en la medida de lo que sabe y puede, de su entorno, tratando de no contaminar el aire que me envuelve con ideas negativas o falsas. Como humano y ser vivo que soy tengo fecha de caducidad. Pongo mi corazón, mis células y mis átomos al servicio de la vida cooperante. Este es mi programa de vida. Veré si puede ejecutarse. Yo digo que sí, porque otra opción la veo como una forma de coartarme ya de entrada. ¿Con qué fin? Que la vida se encargue de poner las cortapisas que requiera mi falta de atención. Sigo la senda que se me marca.